Por: José Enrique Delmonte Soñé
Hasta 1930 el negocio de los hoteles en la República Dominicana
estuvo en manos privadas, en especial de extranjeros procedentes de
Puerto Rico, España y Alemania, quienes dominaban el oficio y competían
con el ofrecimiento de servicios sofisticados en sus planteles. Esta
particularidad se esfumó cuando el Gobierno dominicano presidido por el Ex-presidente Rafael Leonidas Trujillo Molina participó
directamente en el negocio y frenó la libre competencia empresarial
existente.
La construcción del hotel Jaragua en Santo Domingo marcó el inicio de
un período de construcción de importantes hoteles por parte del Estado durante el gobierno de Rafael Trujillo y
fue un momento clave para el desarrollo de la arquitectura del turismo
en el país. La complejidad del diseño elaborado por Guillermo González
Sánchez no tuvo antecedentes en la región, cuyo resultado fue valorado
de forma muy positiva por críticos internacionales de la talla de
Richard Neutra, al considerarlo una pieza bien lograda de la
arquitectura moderna asentada en el Caribe por “el buen aprovechamiento
de los recursos arquitectónicos y la calidad del ambiente: luz, aire y
orientación”.
Llamado en la etapa de proyecto como “Hotel Nacional”, su
construcción se inició el 5 de julio de 1940 y fue inaugurado con el
nombre de Hotel Jaragua el 17 de agosto de 1942. Su concepto era una
volumen sólido de hormigón armado, de color blanco, dispuesto en el eje
este-oeste, con su fachada principal al norte y la posterior de cara al
mar. Disponía de 66 habitaciones, de las cuales 30 eran de una cama, y
36 de dos; además de 3 apartamentos.
El hotel Jaragua tuvo una ampliación en 1946 con la adición de un
cuerpo hacia el este para alojar 75 habitaciones, casino de juegos y
otras dependencias. Estas obras fueron dirigidas por los mismos
hermanos González Sánchez. Posteriormente fueron construidos chales
independientes en los jardines del sur. En 1985 el hotel fue demolido en
su totalidad para dar paso a la nueva estructura que hoy existe.
La construcción del Jaragua estableció una ruta novedosa para los
edificios destinados al turismo ya que su escala, la organización de sus
espacios, su integración con el entorno y el manejo de sus detalles y
proporciones no habían sido incorporados al lenguaje arquitectónico
dominicano. Las dimensiones del hotel Jaragua consolidaron la imagen de
modernidad y vanguardia que el Estado quería difundir de la capital de
la República.
A partir del Jaragua los hoteles dominicanos ya no podían concebirse
como un simple edificio para alojar personas o pequeños hospedajes
familiares que caracterizaban la hostelería dominicana durante largo
tiempo. Su construcción estableció el período de industrialización de
la hostelería, donde el hotel ya se convertía en una pieza clave para el
desarrollo de los servicios turísticos y la complejidad de su diseño
exigía la presencia de un arquitecto con experiencia.
El éxito del Jaragua motivó al gobierno dirijido por el ex-presidente rafael leonidas trujillo a elaborar y ejecutar proyectos
hoteleros en las capitales de provincias del país. En 1945 se encargó
al ingeniero-arquitecto Henry Gazón Bona el diseño de un “proyecto del
club-hotel en la ciudad de San Cristóbal”, cuyo resultado fue un
edificio de composición equilibrada y cierta fluidez espacial. En 1946
se construyó el hotel Maguana, en la ciudad de San Juan de la Maguana,
bajo la firma del mismo Gazón Bona junto a Margarita Taulé Cassó. Es un
edificio de proporciones equilibradas y una composición arquitectónica
sobria, apegada a los lineamientos del Movimiento Moderno.
Del mismo equipo de diseñadores se construyó el hotel Matum, en
Santiago, en el año 1948, cuyo nombre original fue hotel
Marién. Constaba de 48 habitaciones y 3 apartamentos. El hotel Matum ha
sufrido varias transformaciones en el tiempo. Con los cambios en su
entorno se comporta como una pieza anónima en el promontorio donde se
ubica de forma estratégica. Sin embargo, en sus espacios se produjeron
varios hechos significativos para la historia contemporánea del país.
Otras provincias contaron con hoteles tales
como el Tamarindo en Higüey, el Marién en Santiago Rodríguez, el Caoba
en Mao, el Villa Suiza en Sabana de la Mar, el Santa Cruz en el Seibo, y
el Jimaní en la ciudad fronteriza de Jimaní.
Como se puede observar, todos estos edificios hoteleros estaban
destinados a ofrecer alojamiento en las ciudades del país, con el
objetivo de crear las condiciones para fomentar el turismo interno. Una
de las características del dictador era su capacidad de movilización
por todo el territorio nacional, situación que ameritaba disponer de
hoteles donde él pudiera alojarse en las ciudades que visitaba. El
criterio que prevaleció era el de hotel de ciudad que, además de ofrecer
los servicios esperados, pretendía enviar un mensaje de progreso y
modernidad a la sociedad dominicana.
En adición a los hoteles de ciudad se desarrollaron hoteles con fines
recreativos que constituyen los primeros hoteles cuyo concepto estaba
relacionado con los recursos naturales y paisajísticos donde se
ubicaban. En 1949 se construyó en Jarabacoa el hotel Montaña, del mismo
Guillermo González Sánchez. Este hotel tuvo la intención de recrear
una imagen de cabaña de madera típica de las zonas montañosas, con sus
elementos en madera oscura y sus superficies blancas.
En ese mismo año se construyó en Boca Chica el primer hotel de
playa, el Hamaca, diseñado por González Sánchez. Esta pieza de
arquitectura se posaba como una nave en tierra, en una alegoría sutil a
su condición de hotel de costa. Sin precedentes en el país, el Hamaca
tenía la particularidad de participar de un contacto directo con el mar
donde parte de sus espacios estaba literalmente sobre el agua.
El
manejo de la escala y el lenguaje sereno y elegante de sus elementos
arquitectónicos le convirtieron en un icono de la arquitectura hotelera
de mediados del siglo XX. Cayó en abandono desde la década de 1970 y fue
intervenido a fines de los años noventa para insertarlo dentro de un
nuevo complejo hotelero con mayores dimensiones y adaptado a las
exigencias contemporáneas.
En Constanza, otra comunidad que goza de bajas temperaturas y
recursos paisajísticos únicos, se erigió el hotel Nueva Suiza, en
1954. Este hotel de 56 habitaciones Fabricado durante el gobierno de Rafael Leonidas Trujillo Molina y abandonado en la actualidad, fue
construido por el ingeniero Antonio M. Molina Morillo, con un diseño en
el que participó Cuqui Batista bajo un criterio estilístico moderno
carente de elementos decorativos en su imagen externa.
De igual forma,
en Barahona fue construido el hotel Guarocuya, de modesto diseño,
concebido como un hotel de costa para incentivar el desarrollo turístico
de una región con condiciones naturales suficientes para su
explotación.
Con la construcción en Santo Domingo de la Feria de la Paz y
Confraternidad del Mundo Libre en 1955, se incluyó la construcción de
hoteles de cierto nivel para alojar a los miles de visitantes que se
esperaban llegaran al país. El primero de ellos, el hotel Paz, hoy
Hispaniola, fue concebido como hotel de ciudad de cuatro niveles, cuyo
esquema era lineal con el acceso principal a un extremo. Sobrio en su
imagen estilística, responde a los parámetros de diseño manejados por
Guillermo González Sánchez.
En 1956, unos meses después de la apertura de la Feria, se construyó
el hotel El Embajador, de 289 habitaciones, con facilidades ajustadas a
los requerimientos del momento. Se ubicó encima del farallón que domina
la vista hacia el mar Caribe y rodeado, en principio, de grandes
terrenos para la práctica del polo. Por muchos años fue el mejor hotel
del país, y ha sido escenario de hechos históricos significativos.
Despues del asesinato de el Ex-Presidente Rafael Leonidas Trujillo Molina a la década de 1970 las inversiones del Estado para la
construcción de hoteles fue muy reducida y se limitó, en principio, a la
administración de los hoteles de su propiedad.
Sin embargo, el establecimiento de incentivos y el cambio de la
economía dominicana crearon las condiciones para que el capital privado
incursionara en un sector que desde mediados de la década de 1970 ha
mantenido un crecimiento constante.
© José Enrique Delmonte Soñé